13/8/12
EL LUGAR COMÚN DE NOSOTROS Y LOS OTROS
La sociedad y sus distintas clases se reflejan en
los ámbitos comunes, los lugares en los que la gente elige pasar su tiempo
definen a donde pertenecen, su posición con respecto a los otros. Esto es el
bar donde transcurre Bolivia, la segunda película del director Isarel Adrián
Caetano. En él conviven los tacheros, habitúes de la noche, los vendedores
ambulantes, los ebrios sin lugar donde dormir y los inmigrantes que trabajan
sirviéndoles.
El puntapié de la historia es la llegada de un nuevo parrillero, el boliviano indocumentado Freddy, al bar Enrique, un hombre que desde su primera aparición en escena notamos con pocos escrúpulos. Con ellos conviven los taxistas, el Oso y Marcelo, quienes se adueñan del control remoto del bar y parecen pasar más tiempo allí que trabajando. También está la moza paraguaya, Rosa, la única mujer que carga sobre sus hombros gran parte de la tensión sexual en principio latente.
El reloj parado, el tiempo que no parece trascurrir, la larga jornada laboral cuyo rédito económico es mínimo en comparación con la tarea realizada, el comercio con la pobreza, el lugar común de que le están robando el trabajo que los lugareños en realidad no quieren hacer, o al menos no en esas condiciones. Todo esto se ve reflejado en un film con estética y diálogos absolutamente realistas, este podría ser cualquier bar del barrio porteño de San Cristóbal, donde la crisis que estallaría en 2001 ya se sentía en el bolsillo, se palpitaba en la dificultad de resolver los problemas cotidianos y en las listas de fiado de los comercios.
De austera factura, sin grandes gastos de producción y casi sin actores profesionales la película está rodada íntegramente en blanco y negro donde la sangre roja se ve azabache. Son todos sudacas y laburantes pero lo que los iguala parece ser separado por los límites impuestos a través de los mapas. Allí surge el discurso xenófobo que al final parece olvidar que todos están en el mismo bar y van hacia la misma muerte.
BOLIVIA
PRODUCCIÓN: Israel Adrián Caetano, Roberto Ferro, Matías Mosterirín, Lita Stantic
GUIÓN: Israel Adrián Caetano, Romina Lanfranchini FOTOGRAFÍA: Julián Apezteguia
MONTAJE: Lucas Scavino, Santiago Ricci
MÚSICA ORIGINAL: Los Kjarkas
DIRECCIÓN DE ARTE: María Eva Duarte
INTERPRETES: Freddy
Flores, Rosa Sánchez, Oscar Bertea, Enrique Liporace, Marcelo Videla, Héctor
Anglada, Alberto Mercado
NO TODO PERRO ES FIEL
Un ladrón profesional y la falta de disciplina no son compatibles, Mr. Pink, el avaro personaje interpretado por Steve Buscemi, lo repite hasta el hartazgo en Perros de la Calle, opera prima como director de Quentin Tarantino. En ella se muestra como esta faceta humana hace que todo salga mal. El filme se arma como un rompecabezas temporal donde ya al principio se sabe que el robo a una joyería mayorista falló pero el suspenso está en el por qué estos seis hombres, uniformados con trajes negros, que sólo se conocen por sus seudónimos de colores y sus jefes, Joe Cabot y su hijo Nice Guy Eddie, no logran su cometido.
Poco a poco se van develando las capas del error, hay un policía infiltrado, Mr. Orange, llevado a la pantalla por Tim Roth, a quien Mr. White (Harvey Keitel)le otorga un exceso de confianza y afecto cuasi paternal. La contracara del supuesto cariño es la perversión de Mr. Blonde, a cargo de Michael Madsen, quien mata civiles en la joyería y para escapar de la lluvia de balas que el mismo desató secuestra a un policía, a quien después le cortará una oreja.
La desconfianza mutua genera una tensión dramática que en principio se refleja en los diálogos y luego desemboca en un reguero de sangre que se potencia a través de una inquieta cámara en mano y una excelente banda de sonido, compuesta de éxitos de la década del 70, generando así el contrapunto perfecto para intensificar la violencia que al fin y al cabo como los ladrones también es humana.
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